lunes, 17 de agosto de 2009

A 65 años del nacimiento de Mario Payeras




Hace 65 años nació Mario Payeras, y hasta el momento no existe nota que lo recuerde, por supuesto ni sus antiguos compañeros de organización- ¿acaso la mayoría ya murió? cabe interrogarse-, menos la prensa o las revistas universitarias y festival o coloquio alguno sobre su obra se ha organizado.

Lo que si un pequeño grupo de alumnos de la ahora cercada en pasillos y áreas de reunión con macetones y muros de metal, Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM, quienes se coordinan con otros pequeños núcleos de la Escuela Nacional de Pintura, Escultura y Grabado “La Esmeralda”, pronto este equipo editara el Suplemento Cultural “El Unicornio”, del siempre generoso diario Por Esto! en Mérida Yucatán.

Los días de la selva, (Premio Casa de las Américas, 1980) fue una de sus obras que más ha circulado en México, primero de fotocopia en fotocopia hasta recién que ya se han podido traer ediciones guatemaltecas; testimonio que forma parte del proyecto de liberar las fuerzas de la organización en beneficio de la dimensión histórica opuesta al hacer capitalista. Por lo pronto el acervo de poesía y narraciones de cuentos infantiles y análisis sociológicos, habrán de completarse para ofrecerlos a quien quiera entender el porvenir de América.

Payeras nació bajo el cielo de Agosto, el día 15 de 1940 del siglo pasado, en el departamento de Chimaltenango situado en la región central de Guatemala, pensar, aprender, conocer su trabajo es destejer un poco de la historia de sus continentes; es surcar el suelo de la reflexión teórica por la que transito, pero al mismo tiempo su construir -a partir de saberse sujeto histórico y social- la encomiable rebeldía de su practica revolucionaria.

Practica como ese constante pensar por cuenta propia que exige atender los recursos narrativos, poéticos, ecológicos y políticos como parte de la cultura tendencialmente proletaria demarcada de toda sensibilidad y sentimentalidad imperialistas.




lunes, 6 de abril de 2009

EL MUNDO RECIENTE DE JORDI BOLDÓ


Mario Payeras
febrero de 1991

Todo arte no figurativo es sospechoso de impostura. Por lo menos mientras no demuestre lo contrario. Así ocurre con la música que rompe con la tonalidad a que siglos de cultura nos habituaron; así con la poesía que parece consistir en frases de telegramas, escogidos al azar, en el correo de una megalópolis; y con esa pintura donde apenas vemos hileras de pestañas que flotan en el vacío. En esas expresiones artísticas se ha roto con la realidad, con la gravidez de las cosas, y se postula un universo sin datos y sin pájaros que canten para saber dónde estamos.

De ahí nuestra sorpresa y nuestra desilusión, puesto que la referencia a la realidad constituye un derecho inalienable de quienes escuchamos, leemos u observamos obras de arte.

Aunque se lo proponga, ningún arte verdadero logra evadirse de lo real. Puede que nuestros sentidos sean demasiado toscos —si hablamos de pintura— para captar, por ejemplo, la fiesta de la luz o el desborde de las formas a partir del sentido, en ciertas obras maestras que nos presentan las cosas, acomodadas en un espacio-tiempo que no es el habitual. Y ocurre también que cierto tipo de pintura no aborda lo que existe, pero convoca en nosotros el reino de la subjetividad. Es entonces cuando contemplamos cielos que se desploman como si lo presenciáramos desde el fondo del mar. También esa es la realidad, para explicarnos la cual hacen falta lógicas perpetuamente en flor.

Por mi parte reconozco en la última pintura de Jordi Boldó, laberintos grises, aviones antes de la memoria, maquinarias de polen invadiendo el espacio un domingo por la mañana, arcoíris recientes, atraídos por la gravedad, que nuestros viejos sentidos captan desordenados. El pintor representa una capa de la realidad que precede a la que presenciamos cada día.

El secreto de Jordi Boldó es haber nacido en 1949, año en el cual el cielo fue muy azul y el mundo estuvo pletórico de pájaros. Y su sentido de la forma se gestó en tres lugares de los cuales la memoria padece cautiverio: la Bahía de Amatique, en el Caribe guatemalteco; San Cristóbal de las casas, en Chiapas, y Tequisquiápan, en Querétaro.

Aprendió el arte del pez en un muelle de madera que, bajo del cielo de la costa, penetra en otro azul, el del mar. Eran peces ocres y verdes, jaspeados por la luz, los mismos que hoy vemos burbujear en el silencio perpetuo de sus dibujos.

En San Cristóbal de las Casas aprendió el color del cielo, cúpula que pareciera pintada con anilinas, todavía húmeda, pétalo orbicular de quiebracajete que se cierra con la luz.Después fue la encrucijada del aire en Tequisquiápan —ombligo geográfico de México—, donde Jordi aprendió el sigilo de los pájaros y descubrió que son ellos quienes le otorgan su sentido al espacio.

Sus objetos pintados, aún los más complejos, están hechos de materiales simples, y reside en la disposición la clave de la originalidad y el secreto de su certidumbre. Un pico es un pico; un ala es eso. Sin embargo, un pico de mirlo, unido a un cuerpo de sirena y a unas alas de flor, produce los pájaros de Boldó, ángeles que vuelan directamente hacia el centro de la memoria. La prueba de realidad de sus dibujos es que soñábamos que existiera algo así, y ahora ahí están, para nuestra sorpresa.

Siempre que Jordi pinta una figura humana —o un árbol, da igual—, pone detrás un cielo, generalmente nuevo. La flor luce, y el sol cumple una función cariñosa en este cosmos reciente. A los pájaros les asigna con frecuencia una función globalizadora del movimiento de las cosas. Es un mundo construido con los mejores recuerdos y con los elementos más gratos de la materia. Es un mundo optimista, sin mal, sin sufrimiento. Un pequeño antimundo para que estemos seguros de la perpetuidad de la belleza.
(Nota de la editora: para conocer la obra de Jordi Bolbo, vease su página web referenciada en los enlaces)

EL TRUENO EN LA CIUDAD

Maritere Espinosa

Era 1983 cuando Juan Pablos editaba en la ciudad de México El Trueno en la ciudad. Episodios de la lucha armada urbana de 1981 en Guatemala, texto de Mario Payeras con apenas 2,000 ejemplares de tiraje. Veinte tres años después Editorial del Pensamiento presenta la primera edición guatemalteca de esta obra.

El año 81, Las ideas de marzo, La estrategia y la flor del tamborillo, Los rugidos del Balam y El ala de la mariposa son los cinco episodios que conforma el texto y que nuestro autor quiere narrar. Balance crítico de la estrategia guerrillera hasta la desarticulación de los frentes a principios de los ochenta, y con ello "esclarecer las insuficiencias y contribuir a rectificar los errores que... hemos cometido los revolucionarios... al relacionar lo político con lo militar" sentencia en su obra.

Estos episodios fueron escritos entre 1985 y 1988, como balance crítico de la experiencia guerrillera y representan el punto de vista de un protagonista de primera línea, que problematiza un aspecto fundamental lo militar y político durante el período antes mencionado.

Payeras se incorporó a la lucha armada desde 1968. Ingresó al país en enero de 1972 con El Ejército Guerrillero de los Pobres (EGP), tal como se narra en Los días de la selva. En 1974 fue elegido miembro de la Dirección de la organización, quedando encargado de diseñar la estrategia guerrillera y la táctica de las unidades militares. Testimonio de este trabajo es lo mencionada por Yolanda Colom como escritos "a la luz del fogón o sosteniendo una linterna con la mano izquierda, sentada como podía en el suelo o en algún tronco":

Entre los documentos y materiales elaborados por Payeras en torno a dicha problemática se conocen Nuestra concepción militar; Diez ideas principales del EGP; Las clases y la lucha de clases; Nuestra revolución; El poder local; Los hombres y las abejas (sobre nuestro estilo de trabajo); Las ocupaciones revolucionarias de tierras; La reforma agraria; Cómo es nuestra sociedad y qué debemos hacer para cambiarla; Estructura del estado guatemalteco; La táctica guerrillera; Las tres abuelas que se fueron a la montaña (basado en una leyenda chuj).

En la presente edición de Editorial del Pensamiento los cinco episodios nos permiten observar sin duda las contradicciones del tránsito de lo militar a lo político reflexión que Payeras ofrece para evidenciar su preocupación por el acontecer de la lucha armada en la ciudades.

Desarrollo imperfecto que está allí como posibilidad del mundo y se constituye en critica de lo establecido, es en cierta medida una especie de exigencia objetiva, que le pide transformarse radicalmente o quitarse del lugar de lo realmente existente. Y ofrece una percepción diferente, como esencialmente perfectible, dimensión capaz de percibir la lucha permanentemente como ese asediar lo imposible. En este sentido la propuesta critica de Payeras en el texto, es la de un sujeto siempre en actitud activa frente a lo real, y mira en la vida humana, lo mismo en la pequeña de todos los días que en la vida grande de los pueblos, una victoria parcial del mal sobre el bien.

Esta historia contemporánea de Guatemala en El trueno en la ciudad, vislumbra sin embargo la posibilidad de que aparezca algún día el momento de inflexión en el decurso de lo trágico que se ha vivido. Porque Mario Payeras nos vislumbra también que la realidad dada posee en sí misma la potencia de ser una realidad diferente, radicalmente mejor que la dada como efectiva, en tanto el mismo esta en ella pero cuestionándola, trascendiéndola.

Payeras no fue un conocido y reconocido dirigente, era apenas conocido en un pequeño circulo de lectores muy cercanos, pues nunca quiso ser una estrella brillante de la bóveda celeste que tantos años exploro en alguna de las selvas húmedas en las que vivió largos años. Sin embargo, por la generosidad y trascendencia de su pensamiento y obra, le pertenece a la humanidad completa y en los jóvenes investigadores que hoy nos encontramos y lo descubrimos con estas recientes ediciones.

Autor incansable de investigaciones que abarcan no solo las cuestiones políticas propias de la preocupación de la organización político- militar de las que fue fundador, poesía, cuantos infantiles, ensayos sobre la cuestión étnica, fragmentos reflexivos sobre la poesía, las ballenas y la música, o sobre las rutas del halcón peregrino, y uno de los temas mas urgentes de trabajar por estudiantes e investigadores, su aporte al estudio de la ecología.

La trayectoria de Mario Payeras fue marcada por un sin fin de migraciones, pues siendo estudiante universitario en Guatemala, es becado para realizar estudios de filosofía en la Universidad Nacional Autónoma de México. Con otro grupo de Guatemaltecos llegan después a Alemania con el objetivo de estudiar una carrera útil para Guatemala, filosofía. Payeras, en el quehacer literario y en su vida política y guerrillera, no abandonaría nunca la filosofía, en un afán por entender y cambiar el mundo, sobre todo para volverlo más humano.

Recién iniciada la década de los 80´s, a través de la radio se conocía que Casa de las Américas, en la Habana le había premiado su libro Los días de la selva, donde narra las experiencias de su vida en la guerrilla, iniciador de un periplo de obras. Después también se supo que era uno de los principales dirigentes del movimiento revolucionario armado guatemalteco, y por algún tiempo, uno de los responsables en la ciudad capital, como lo destacaría en su otro libro El trueno en la ciudad[1].

La dimensión política no solo de la obra de Mario Payeras sino también de su vida, puede ser vista como características del revolucionario del siglo XX. Incluso sus tomas de posición explicitas, que lo alían inconfundiblemente con los movimientos de izquierda y las utopías de una modernidad distinta, incluyen un sesgo de argumentación que está en contraposición con la cultura política contemporánea, con aquello que se ha concebido y se concibe como discusión en torno a las alternativas de la gestión soberana del Estado. Su discurso político es inservible en la discusión que se desenvuelve en el escenario formal de lo político, en la lucha ideológica, estratégica y táctica de los frentes, los partidos, las fracciones y los individuos que han protagonizado las tomas de decisión colectivas que han pretendido “hacer la historia” durante todo el siglo XX.

Apenas ahora, cuando este nuevo siglo comienza parece llegado el tiempo de considerar el incomodo atractivo que tiene el pensamiento critico de Payeras, que se da como en el caso que nos ocupa dentro de un compromiso profundo con el acontecer de la vida publica, está especie de nostalgia por el presente, que ilumina el discurso de Payeras cuando nos habla de lo político , hacen de él un discurso especialmente fascinante en medio de una situación de crisis generalizada de la cultura política y del discurso político en cuanto tal, la aproximación de Payeras a ellos, se enciende con una capacidad desbordada de irradiar sugerencias y adquiere una capacidad de seducción inigualable.



[1] Payeras, Mario: El trueno en la ciudad: episodios de la lucha armada urbana de 1981 en Guatemala. México Juan Pablos Editores, 1987

domingo, 5 de abril de 2009

MARIO PAYERAS: UN REVOLUCIONARIO INTEGRAL

Por Alberto Híjar.

El viernes 11 de febrero de 2005 hubo un insólito homenaje a Mario Payeras en el Palacio de Bellas Artes. Muerto de un ataque al corazón en el atestado hospital público de Xoco, Mario Payeras es un ser excepcional por sus variados oficios. Primero fue filósofo con estudios de posgrado en la República Democrática Alemana. Viajó, aprendió el rumano a la par del francés y el italiano además del alemán que ya dominaba. Escribió poemas y ensayos y con todo este equipaje, se incorporó al proyecto del Ejército Guerrillero de los Pobres en Guatemala. Formó parte del grupo de 15 aprendices de guerrillero internados en 1972 desde México a la Selva de Ixcán donde aprendió que la dialéctica no es sólo un método abstracto de conocimiento, sino una guía necesaria de sobrevivencia en situaciones extremadamente complejas donde la naturaleza hostil, la desconfianza indígena, el hambre y la sed, las inclemencias del clima, integran un todo de difícil solución para integrar una organización revolucionaria donde coexistan las desigualdades urbanas y campesinas.

De nada de esto suele hablarse en el Palacio de Bellas Artes, pero Mario Payeras tiene tal calidad literaria que recibió un homenaje en vida en 1989 sin estar presente donde pesó el afán de una pareja de sus amigos distinguida después por su traición a la COCOPA y al EZLN. En efecto, Heraclio Zepeda y Elba Macías, trataron de limitar la obra del revolucionario a la República de las Letras, esa ilusoria institución donde el requisito de ingreso es el desprecio político de las revoluciones a cambio de adornar la política oficial. Nada más lejano y opuesto a la obra de Payeras que esa República de las Letras.

De aquí la necesidad de dar a conocer las dificultades y los recursos revolucionarios concretados en maravillosos cuentos infantiles centrados en la naturaleza pródiga, las astucias animales y los esforzados trabajos de los seres humanos como aquel que tardó una vida en hacer una marimba y componerle una pieza musical. La tenacidad que todo lo vence si tiene el impulso del proyecto de vida organizada para que todo sea mejor, da sentido a Los días de la selva premiada en 1980 por Casa de las Américas de Cuba, en el más importante concurso literario de América. En la línea del testimonio, abierta como género literario a raíz del Diario del Che en Bolivia, la necesidad de narrar lo vivido, lo construido, lo sufrido, lo gozado, lo perdido, la obra de Payeras ofrece con gran belleza narrativa y vuelo poético la experiencia de formación del Ejército Guerrillero de los Pobres.


En 1984 discrepa con la dirección del EGP, sale de la organización y funda el proyecto Octubre Revolucionario. Escribe Los fusiles de octubre como reflexión de la historia de la revolución en Guatemala y da cuenta de las derrotas urbanas y sus consecuencias graves en El Trueno en la Ciudad, donde no sólo narra masacres y ejecuciones de los militares, sino también las traiciones, los errores, las debilidades revolucionarias para que nunca más se cometan. Un epígrafe de Simón Bolívar orienta todo esto “el arte de vencer se aprende en la derrota”. Clara es su reflexión, esa que no quieren hacer los empecinados y los logreros por lo que significa de autocrítica.


Con la columna vertebral dañada y tras dos operaciones, vivió en México con su compañera Yolanda Colom, fundaron la revista Jaguar Venado. Dos esquistos libros nacieron y crecieron en México: el dedicado a los niños, no sólo de las casas de seguridad del EGP, El mundo como flor y como invento con coloridas ilustraciones de Jordy Boldó, publicadas hace un año en el Suplemento El Unicornio del diario POR ESTO, que ahí dejó de ser pintor no figurativo.



Latitud de la flor y el granizo es una narración con precisión biótica e histórica para describir la destrucción del ambiente en Guatemala a partir de la Conquista y el viaje a Las Hibueras donde fue sacrificado Cuauhtémoc, con todo y bosques y selvas, y hasta la implantación forzada de los cultivos de algodón, café y plátano y la consiguiente introducción del ferrocarril. La caprichosa construcción de la capital guatemalteca luego de tremendo terremoto, arrasó bosques, desvió ríos y desorientó y aniquiló especies vivas. Sólo una sociedad armónica impedirá que esto siga y en esa formación necesariamente socialista resulta tan importante y peculiar como la presencia de los pueblos indios, habitantes del Ixcán donde se asentó el EGP.

Héctor Díaz Polanco, el preciso experto en autonomías indígenas, hizo ver que ningún otro revolucionario americano trata la cuestión indígena con la capacidad crítica histórica de Payeras. Un escrito anónimo de los ochenta que conmocionó a los investigadores americanos, es de Payeras quien nunca dejó la reflexión del problema clave de la formación social latinoamericana para incorporarla a sus narraciones diversas como modo cultural de significación y como presencia económico-política de eso que los investigadores llaman desarrollo desigual y combinado, choque entre civilizaciones, comunismo tosco, premodernidad superable.
Toda la obra, variada, compleja, dialéctica, poética, contribuye a la construcción del sujeto revolucionario. De aquí la necesidad del partido político, planteó Payeras al romper con la dirección del EGP, ese que Salvador Cayetano Carpio “Marcial”, calificaba de nuevo tipo, para distinguirlo de los corruptos partidos de izquierda. El choque con los dogmatismos, las cerrazones y los consecuentes cacicazgos que alimentan, hizo a Payeras fundar Octubre revolucionario. Le fue mejor que a Marcial y Maiakovsky suicidados y que a Roque Dalton asesinado.

José Revueltas, inoportuno como siempre, escribió en 1960 en Cuba un texto a partir del cual propuso un seminario que por supuesto nunca se concretó: “Para que no vuelva a suicidarse Maiakovsky.” De aquí la importancia de conocer y discutir la obra de estos intelectuales derrotados por dirigentes incapaces de construir el tránsito al socialismo como liquidación de los dogmatismos, las intolerancias irracionales y los cacicazgos que engendran.


La tumba de Payeras fue violada entre el 15 y 17 de octubre de 1996 en Chiapas y sus cenizas desaparecidas igual que la urna con los restos de Marco Antonio Yon Sosa, desparramados en el suelo por los violadores. Yolanda Colom narra todo esto en un folleto editado por Praxis cuyo director Carlos López contribuyó al homenaje a la precisión del valor literario y poético de la obra de Payeras. El mausoleo violado protegía los restos de Yon Sosa, Fidel Raxcacoj Xitumul, mejor conocido como Socorro Sical, asesinado con el comandante de las FAR por el ejército mexicano en Chiapas. En otro de los puntos cardinales mayas que son cinco por el centro, está Enrique Cahueque Juárez. Ahí están, en Tuxtla Gutiérrez, los restos del periodista chiapaneco muerto en 1993, Gervasio Grajales quien pagó cajas, velación y lápidas donde se lee “murió por un ideal”, en las tumbas que durante años pagó en el cementerio donde aún está el mausoleo de los tres caídos en 1970 en territorio mexicano y de Mario Payeras Solares muerto en 1995.


La lucha sigue y la represión también. De aquí el justo homenaje a Mario Payeras, revolucionario americano ejemplar a quien Arturo Miranda Ramírez, dirigente aún de la Asociación Cívica Nacional Revolucionaria, tomó como punto de partida para proponer un programa revolucionario en la muy concurrida reunión del 11 de febrero. Por lo pronto el acervo de poesía y narraciones, de cuentos infantiles y análisis sociológicos, habrán de completarse para ofrecerlos a quien quiera entender el porvenir de América.