Por Alberto Híjar.
El viernes 11 de febrero de 2005 hubo un insólito homenaje a Mario Payeras en el Palacio de Bellas Artes. Muerto de un ataque al corazón en el atestado hospital público de Xoco, Mario Payeras es un ser excepcional por sus variados oficios. Primero fue filósofo con estudios de posgrado en la República Democrática Alemana. Viajó, aprendió el rumano a la par del francés y el italiano además del alemán que ya dominaba. Escribió poemas y ensayos y con todo este equipaje, se incorporó al proyecto del Ejército Guerrillero de los Pobres en Guatemala. Formó parte del grupo de 15 aprendices de guerrillero internados en 1972 desde México a la Selva de Ixcán donde aprendió que la dialéctica no es sólo un método abstracto de conocimiento, sino una guía necesaria de sobrevivencia en situaciones extremadamente complejas donde la naturaleza hostil, la desconfianza indígena, el hambre y la sed, las inclemencias del clima, integran un todo de difícil solución para integrar una organización revolucionaria donde coexistan las desigualdades urbanas y campesinas.
De nada de esto suele hablarse en el Palacio de Bellas Artes, pero Mario Payeras tiene tal calidad literaria que recibió un homenaje en vida en 1989 sin estar presente donde pesó el afán de una pareja de sus amigos distinguida después por su traición a la COCOPA y al EZLN. En efecto, Heraclio Zepeda y Elba Macías, trataron de limitar la obra del revolucionario a la República de las Letras, esa ilusoria institución donde el requisito de ingreso es el desprecio político de las revoluciones a cambio de adornar la política oficial. Nada más lejano y opuesto a la obra de Payeras que esa República de las Letras.
De aquí la necesidad de dar a conocer las dificultades y los recursos revolucionarios concretados en maravillosos cuentos infantiles centrados en la naturaleza pródiga, las astucias animales y los esforzados trabajos de los seres humanos como aquel que tardó una vida en hacer una marimba y componerle una pieza musical. La tenacidad que todo lo vence si tiene el impulso del proyecto de vida organizada para que todo sea mejor, da sentido a Los días de la selva premiada en 1980 por Casa de las Américas de Cuba, en el más importante concurso literario de América. En la línea del testimonio, abierta como género literario a raíz del Diario del Che en Bolivia, la necesidad de narrar lo vivido, lo construido, lo sufrido, lo gozado, lo perdido, la obra de Payeras ofrece con gran belleza narrativa y vuelo poético la experiencia de formación del Ejército Guerrillero de los Pobres.
En 1984 discrepa con la dirección del EGP, sale de la organización y funda el proyecto Octubre Revolucionario. Escribe Los fusiles de octubre como reflexión de la historia de la revolución en Guatemala y da cuenta de las derrotas urbanas y sus consecuencias graves en El Trueno en la Ciudad, donde no sólo narra masacres y ejecuciones de los militares, sino también las traiciones, los errores, las debilidades revolucionarias para que nunca más se cometan. Un epígrafe de Simón Bolívar orienta todo esto “el arte de vencer se aprende en la derrota”. Clara es su reflexión, esa que no quieren hacer los empecinados y los logreros por lo que significa de autocrítica.
Con la columna vertebral dañada y tras dos operaciones, vivió en México con su compañera Yolanda Colom, fundaron la revista Jaguar Venado. Dos esquistos libros nacieron y crecieron en México: el dedicado a los niños, no sólo de las casas de seguridad del EGP, El mundo como flor y como invento con coloridas ilustraciones de Jordy Boldó, publicadas hace un año en el Suplemento El Unicornio del diario POR ESTO, que ahí dejó de ser pintor no figurativo.
Latitud de la flor y el granizo es una narración con precisión biótica e histórica para describir la destrucción del ambiente en Guatemala a partir de la Conquista y el viaje a Las Hibueras donde fue sacrificado Cuauhtémoc, con todo y bosques y selvas, y hasta la implantación forzada de los cultivos de algodón, café y plátano y la consiguiente introducción del ferrocarril. La caprichosa construcción de la capital guatemalteca luego de tremendo terremoto, arrasó bosques, desvió ríos y desorientó y aniquiló especies vivas. Sólo una sociedad armónica impedirá que esto siga y en esa formación necesariamente socialista resulta tan importante y peculiar como la presencia de los pueblos indios, habitantes del Ixcán donde se asentó el EGP.
Héctor Díaz Polanco, el preciso experto en autonomías indígenas, hizo ver que ningún otro revolucionario americano trata la cuestión indígena con la capacidad crítica histórica de Payeras. Un escrito anónimo de los ochenta que conmocionó a los investigadores americanos, es de Payeras quien nunca dejó la reflexión del problema clave de la formación social latinoamericana para incorporarla a sus narraciones diversas como modo cultural de significación y como presencia económico-política de eso que los investigadores llaman desarrollo desigual y combinado, choque entre civilizaciones, comunismo tosco, premodernidad superable.
Toda la obra, variada, compleja, dialéctica, poética, contribuye a la construcción del sujeto revolucionario. De aquí la necesidad del partido político, planteó Payeras al romper con la dirección del EGP, ese que Salvador Cayetano Carpio “Marcial”, calificaba de nuevo tipo, para distinguirlo de los corruptos partidos de izquierda. El choque con los dogmatismos, las cerrazones y los consecuentes cacicazgos que alimentan, hizo a Payeras fundar Octubre revolucionario. Le fue mejor que a Marcial y Maiakovsky suicidados y que a Roque Dalton asesinado.
José Revueltas, inoportuno como siempre, escribió en 1960 en Cuba un texto a partir del cual propuso un seminario que por supuesto nunca se concretó: “Para que no vuelva a suicidarse Maiakovsky.” De aquí la importancia de conocer y discutir la obra de estos intelectuales derrotados por dirigentes incapaces de construir el tránsito al socialismo como liquidación de los dogmatismos, las intolerancias irracionales y los cacicazgos que engendran.
La tumba de Payeras fue violada entre el 15 y 17 de octubre de 1996 en Chiapas y sus cenizas desaparecidas igual que la urna con los restos de Marco Antonio Yon Sosa, desparramados en el suelo por los violadores. Yolanda Colom narra todo esto en un folleto editado por Praxis cuyo director Carlos López contribuyó al homenaje a la precisión del valor literario y poético de la obra de Payeras. El mausoleo violado protegía los restos de Yon Sosa, Fidel Raxcacoj Xitumul, mejor conocido como Socorro Sical, asesinado con el comandante de las FAR por el ejército mexicano en Chiapas. En otro de los puntos cardinales mayas que son cinco por el centro, está Enrique Cahueque Juárez. Ahí están, en Tuxtla Gutiérrez, los restos del periodista chiapaneco muerto en 1993, Gervasio Grajales quien pagó cajas, velación y lápidas donde se lee “murió por un ideal”, en las tumbas que durante años pagó en el cementerio donde aún está el mausoleo de los tres caídos en 1970 en territorio mexicano y de Mario Payeras Solares muerto en 1995.
La lucha sigue y la represión también. De aquí el justo homenaje a Mario Payeras, revolucionario americano ejemplar a quien Arturo Miranda Ramírez, dirigente aún de la Asociación Cívica Nacional Revolucionaria, tomó como punto de partida para proponer un programa revolucionario en la muy concurrida reunión del 11 de febrero. Por lo pronto el acervo de poesía y narraciones, de cuentos infantiles y análisis sociológicos, habrán de completarse para ofrecerlos a quien quiera entender el porvenir de América.